lunes, abril 12, 2010

MEMORIAS DE UNA TARDE LEJANA

Estaba una en lo más alto de una pequeña colina, sentado sobre una tersa roca, observando el vasto firmamento; también viendo volar a las aves cerca a las sinuosas nubes.
Mi forma de mirar cambio de improvisto, de lo diagonal hacia lo horizontal, al percibir en aquel escenario un espectáculo, que me emocionó y me gustó más que cualquier show o caricatura que por entonces acostumbraba ver por la televisión. Percibí que por todo el horizonte donde minutos antes el sol se despedía sollozo de este día, que para mañana sólo iba a ser cenizas de un pasado que partió y jamás volverá. Pasaban cosas exóticas para mis pupilas, será porque nunca antes me había puesto a contemplar el firmamento de la forma que en ese instante lo hacía, era una tenue tonalidad de naranja y violeta, el color naranja me hizo recordar mucho a esa mezcla de rojo y amarillo que cuando era pequeño y estaba en mi modesta escuela, la maestra en la hora de educación artística con mucho ahínco nos recordaba que era un color primario.
Esos colores de naranja y violeta eran genuinos del ocaso o mejor dicho es la huella del sol sobre la arena del infinito que en su partida nos deja al caminar a otros continentes, es un ocaso que se percibe en todo el horizonte. Yo miraba, miraba…, mientras más lo hacía más pasmado y absorto me quedaba y el corazón derrapando en el tobogán de la emoción, una emoción casi comparable a que cuando era niño por las tardes alborotado salía a jugar fútbol en el campito cerca a la plaza de mí casa.
Era una de esas tardes que además se respiraba una tranquilidad muy misteriosa, como si todo allí estuviera petrificado o como si se descansara de arduo trabajo realizado incansablemente durante el día, sólo se escuchaba un sonido casi tan imperceptible al oído como el grito de una hormiga, era un arroyo de agua cristalina que fluía lentamente sobre una alfombra verde cubierta de hierbas y flores muy aromáticas un paisaje que solo se logra apreciar en la estación de primavera, todo allí era hermoso, el sonido del agua, el trinar de las aves, el palpitar del viento que rosaba mis mejillas.
Escuche el canto de un búho, que si hubiera sido otro el escenario donde me encontraba me hubiera invadido el temor; pero allí nada de eso ocurría, el búho seguía alborotando el ambiente parco de ese lugar; pero lo que en realidad el canto del búho quería transmitir era, que la noche caía súbitamente sobre mí, y yo que no me daba cuenta; luego de un par de cantos más volví en sí y percibí que ya obscurecía, lentamente me puse de pie; luego de un largo sosiego que me impactó y causó un gran estupor en mi corazón, me eche andar con el firme propósito de llegar pronto a mi afable hogar donde me esperaban mis padres y mi hermanita.
Fue una tarde tan bonita que sigo recordando ese momento como si fuera ayer y cuando me pongo a dormir casi siempre me transporto a aquel mágico lugar.

1 comentario:

  1. Que lindo relato amigo, debe ser un hermoso lugar ese que describes en tus letras , el que ha dejado sensaciones y recuerdos en lo mas intimo de tu corazón, y que describes tan prolijamente haciéndome imaginar ese hermoso paisaje.Me es muy grato poder dejarte mi comentario.Un abrazo Ed.

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